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jueves, 28 de mayo de 2020

Largo pétalo de mar - Isabel Allende




Sinopsis:

La fascinante nueva novela de Isabel Allende.
En plena Guerra Civil española, el joven médico Víctor Dalmau, junto a su amiga pianista Roser Bruguera, se ven obligados a abandonar Barcelona, exiliarse y cruzar los Pirineos rumbo a Francia. A bordo del Winnipeg, un navío fletado por el poeta Pablo Neruda que llevó a más de dos mil españoles rumbo a Valparaíso, embarcarán en busca de la paz y la libertad que no tuvieron en su país. Recibidos como héroes en Chile -ese «largo pétalo de mar y nieve», en palabras del poeta chileno-, se integrarán en la vida social del país durante varias décadas hasta el golpe de Estado que derrocó al doctor Salvador Allende, amigo de Victor por su común afición al ajedrez. Víctor y Roser se encontrarán nuevamente desarraigados, pero como dice la autora: «si uno vive lo suficiente, todos los círculos se cierran».
Un viaje a través de la historia del siglo XX de la mano de unos personajesinolvidables que descubrirán que en una sola vida caben muchas vidas y que, a veces, lo difícil no es huir sino volver.

Reseña:

Una magnifica historia de supervivencia. Un libro con muchos personajes, debes ponerle atención al principio. De hecho, me quedé asombrada porque la autora estaba metiendo personas y personas, conforme al desarrollo de la trama lo comprendí.
Como lectora asidua, me ha fascinado esta historia, Isabel Allende maneja muy elaboradamente, tres escenarios que sucedieron: la guerra civil española, la Segunda Guerra Mundial y la muerte de Allende.
Los personajes principales son Roser y Víctor, quienes al principio no estaban enamorados, pero si destinados a estar juntos. Sus vidas van avanzando conforme al paso de las paginas, ella inicia siendo una pequeña niña a punto de fallecer de pobreza, él es un joven al que no le ha quedado de otra que irse a pelear por su gobierno. Ella se enamora de su hermano, luego de que los padres de Víctor le abran las puertas de su casa, por amor a la música.

No cabe duda que los amores imposibles son la especialidad de Isabel Allende.

Después de mucho sufrimiento, logran salir de España y llegan a Francia, donde son llevados a campos de concentración (cada uno por su lado y Rose con una enorme barriga de embarazo), para después, reencontrarse e ir en búsqueda de su libertad y una buena vida a bordo del Winnipeg.

Un libro que todos los que amamos la historia debemos leer, pues no dudo que haya más de alguna persona con historia similar. Y bueno, añadir que con un libro como éste, nos damos cuenta de que la vida pasa en un abrir y cerrar de ojos, nos damos cuenta de lo pequeños que somos ante el desarrollo de lo que algunos llaman destino.


Recomendado.

Frases:


«De haber tenido a los hijos ahora, no nos habríamos casado, porque nadie es bastardo en la República», declaró Marcel Lluís Dalmau

Sin ciencia, industria y técnica no hay progreso posible, y sin música y arte no hay alma»,

Libros sobraban, pero a él las letras le bailaban en la página.

amaneció tan frío que el agua se congelaba en las cañerías, los vehículos y los animales se quedaban pegados en el hielo, y el cielo, encapotado de nubes negras, estaba de duelo profundo.

Era tan liviana, que sin el manto podría haber salido volando.

la derrota era preferible a seguir matando y muriendo.

murieron cerca de quince mil personas en esos campos franceses de hambre, inanición, maltrato y enfermedades. Nueve de cada diez niños perecieron.
Poesía es lo que se queda en la cabeza y no se olvida.

Ese día de verano, 4 de agosto de 1939, en Burdeos, quedaría para siempre en la memoria de Víctor Dalmau, Roser Bruguera y otros dos mil y tantos españoles que partían a ese país larguirucho de América del Sur, aferrado a las montañas para no caerse al mar, del que nada sabían. Neruda habría de definirlo como un «largo pétalo de mar y vino y nieve…» con una «cinta de espuma blanca y negra»,

«Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie».

Cincuenta años después, cuando Víctor Dalmau fue entrevistado en televisión para narrar la odisea de su exilio, hablaría del Winnipeg como la nave de la esperanza.

Aquel 3 de septiembre de 1939, el día esplendoroso de la llegada a Chile de los desterrados españoles, estalló la Segunda Guerra Mundial en Europa.

Entre ellos se hallaba un médico de Valparaíso, Salvador Allende, dirigente socialista que al cabo de unos días fue nombrado ministro de Salud y tres décadas más tarde sería presidente de Chile.

El ajedrez sería el fundamento de la amistad entre los dos hombres, que determinaría el segundo exilio de Víctor Dalmau.

nada crece en la penumbra de los secretos, el amor necesita luz y espacio para expandirse, sostenía ella.

Cada persona tiene una historia y quiere contarla.

El general Augusto Pinochet encabezó una Junta Militar y pronto habría de convertirse en la personificación de la dictadura.

aquella gloriosa figura muerta iba acribillada y despedazada por las balas de las ametralladoras de los soldados de Chile, que otra vez habían traicionado a Chile»,

Franco llevaba más de treinta años en el poder y Pinochet podía imitarlo.

Eso de andar enfurruñado no sirve para nada. El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es optativo.»

La ley natural del universo es la entropía, todo tiende al desorden, a romperse, a dispersarse, la gente se pierde, miren cuántos se perdieron en la Retirada, los sentimientos se destiñen y el olvido se desliza en las vidas como neblina. Se requiere una voluntad heroica para mantener todo en su sitio.

si uno vive lo suficiente, los círculos se cierran.

Ante la proximidad de la muerte, la intensidad de su amor se volvió insoportable como una quemadura.
               

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martes, 26 de mayo de 2020

Antes de ser libres - Julia Álvarez




Sinopsis:

Anita de la Torre nunca cuestionó su libertad viviendo en la República Dominicana. Pero al cumplir doce años de edad en 1960, la mayoría de sus familiares han emigrado a Estados Unidos, su tío Toni ha desaparecido sin dejar rastro y la policía secreta del gobierno aterroriza a su familia restante dada su presunta oposición a la dictadura de Trujillo.


Utilizando la fuerza y el valor de su familia, Anita debe vencer sus miedos y volar hacia la libertad, dejando atrás todo lo que alguna vez había conocido.


De la renombrada autora Julia Alvarez llega una historia inolvidable sobre la adolescencia, la perseverancia y la lucha de una niña por su libertad.

           Reseña:

"Ser libre en tu interior, como un pájaro sin jaula. Entonces no hay nada, ni siquiera una dictadura, que pueda quitarte la libertad.”

Un libro ganador de varios premios. Le he dado cinco estrellas por la calidad de la historia.
Anita de la Torre es una niña curiosa, como todos los niños de su edad, que pregunta porque quiere saberlo todo. Un embargo, el lugar y la época no es la más adecuada para responder a todas sus interrogantes, a menudo se queda con mas preguntas de las que tenía.

Ella debe madurar más rápido que cualquier otro niño de doce años en otros países. Su familia se ve implicada en una conspiración en contra del dictador que está al frente de su país: República Dominicana. No hay libertad, nadie puede reunirse e incluso, ni siquiera están seguros en sus propios hogares.

Su padre, implicado directamente en la muerte de Trujillo, es arrestado en su casa y a partir de ahí, ella y su madre se transforman en fugitivas... Tal como Anna Frank, permanecen encerradas al interior de una casa, dentro de su closet, hasta que finalmente son rescatadas y se van a vivir a Nueva York.

En la vida real, el hermano de su padre Antonio de la Torre, si existió, al igual que el dictador y todas esas personas que fallecieron por pedir libertad para ellos y sus semejantes.

Una de las autoras, fue una de las inmigrantes refugiadas que tuvo suerte, al salir del país antes de la muerte de Trujillo, sin embargo, muchos no corrieron esa suerte. Por eso, decidió usar su pluma para contar esas historias que habían quedado olvidadas.

Y para complementar esta lectura, recomiendo leer La muerte del Chivo, de Vargas Llosa.


La señora Brown siempre nos da los papeles que no son tan buenos a nosotros los dominicanos.

Detesto que los niños americanos se burlen de cómo pronunciamos el inglés.

Con tan sólo mirar al Jefe evito que se me rueden las lágrimas. Quiero ser fuerte y valiente para que si algún día llego a conocer al líder de nuestro país, él me felicite.

—Los verás antes de que regresen, pero sólo cuando ya seas libre.

una mariposa nocturna trae mala suerte y que es un símbolo de la muerte.

La mujer que quise se me fue con otro Les seguí los pasos y maté a los dos

ESTA CASA, TRUJILLO ES EL JEFE.
Hay ocasiones en que un grupo de naciones está en contra de lo que otra nación está haciendo y se niega a negociar o tener cualquier trato con ese país hasta que mejore la situación.

En cuanto a las cartas que Carla me manda, debe leerlas un censor muy desordenado porque los sobres llegan rotos y pegados con cinta adhesiva, a veces con oraciones enteras tachadas.

—Él apresa a la gente, luego les saca los ojos y las uñas, y echa sus cadáveres al mar para que se los coman los tiburones.

—Lo que ocurre es que tus tíos y sus amigos no estaban contentos con el gobierno y tenían un plan que fue descubierto por el SIM —la historia de mami se parece a la de Lucinda—. Arrestaron a muchos de esos amigos. Algunos, como tío Carlos, se fueron del país. A otros los mataron.

—Al principio tu padre no quería poner en peligro a su familia. Pero a veces la vida sin libertad no es vida.

—Con paciencia y calma, se sube un burro a una palma —me recuerda Chucha.

Es injusto tener que vivir en un país en donde tienes que hacer cosas que te hacen sentir mal para poder salvar tu vida.

«Todos los ciudadanos son libres de expresar sus opiniones, de votar por el candidato de su preferencia, de recibir una educación…»

Qué extraño pensar que ahora nosotros somos los mendigos, pero en lugar de pedir limosna, pedimos ayuda para no perder la vida.

Estoy recuperando las palabras, como si al escribirlas, las rescatara del olvido, una a una.

país está completamente cerrado, igual que ese lugar que se llama Berlín, donde han puesto una cortina de hierro para evitar que la gente entre o salga.

vamos a tener que ser muy valientes —dice en voz baja. También tiene los ojos rojos. Luego dice las palabras que nunca olvidaré—: Tu padre y tu tío están muertos.

Ser libre en tu interior, como un pájaro sin jaula. Entonces no hay nada, ni siquiera una dictadura, que pueda quitarte la libertad.

¿de qué sirve liberarte, sólo para sentirte prisionera de tu propia miseria?

Es la responsabilidad de los sobrevivientes de la lucha por la libertad de contar la historia para mantener vivo el recuerdo de los que murieron.
Puedes leerlo aquí



miércoles, 20 de mayo de 2020

¿Por qué la guerra? Sigmund Freud & Albert Einstein




Sinopsis:

En julio de 1932, Albert Einstein, a instancias de la Sociedad de Naciones a través del Comité permanent des Lettres et des Arts, escribe a Sigmund Freud para formularle una de las preguntas más importantes que, a su juicio, debe plantearse la civilización: «¿hay una manera de liberar a los seres humanos de la fatalidad de la guerra?».
En aquellos momentos, el ascenso de las ideas fascistas comenzaba a hacer imaginable una nueva confrontación generalizada, como si los horrores de la I Guerra Mundial no hubieran sido suficientes para disipar las amenazas bélicas en Europa. Aquella pregunta enlazaba con otra preocupación del físico alemán: «¿es posible dirigir el desarrollo psíquico de los seres humanos de manera tal que éstos se vuelvan más resistentes a las psicosis del miedo y la destrucción?».

Reseña:

Le he dado cuatro estrellas porque creo que a diferencia de las dos cartas donde se haya el quid del problema, las demás son puro relleno.

¿Por qué la guerra?

Es un libro que narra cómo dos grandes mentes: Einstein y Freud, llegaron a intercambiar correspondencia.
Se resaltan dos cartas donde Einstein lanza la pregunta ¿Por qué la guerra? Y deduce que en cuestiones de la mente le corresponde a Freud responder. También comenta, que la única forma de eliminar la guerra es creando un gobierno único para todos.

Freud contesta que, se requiere más bien un organismo internacional dotado de fuerza jurídica por todos los países (lo que resulta imposible, ya que a nadie le conviene), continúa haciendo referencia al derecho y su creación ( evitar que los más fuertes ejerzan violencia sobre los débiles) y después de muchas reflexiones termina diciendo que el hombre por naturaleza tiene ciertas tendencias a la violencia, pero, si se llega a cierto grado de racionalidad es posible que llegue a ser pacifista (como estos dos genios). Habla de la historia de las guerras y como siempre existe una desigualdad, ya sea en una ciudad donde todos están de acuerdo (la esposa y el esposo), ya sea en un conjunto de ciudades llevadas a unirse por medio de la guerra, etc.


Este libro, años después, fue prohibido en la Alemania Nazi, debido a su contenido. Es enriquecedor observar a estas dos mentes, que se supone, no tienen conocimiento jurídico, hablar sobre estos temas.
 

Frases:


El 8 de septiembre Freud le comunicaba asimismo a Eitingon que había «terminado esa Correspondencia entre S. Freud y A. Einstein Página 3 de 18 correspondencia para mí tediosa y estéril a la que se había dado en llamar discusión con Einstein».

Naturalmente siempre he sabido que Ud. me admiraba sólo “por cortesía” y que hay muy pocas afirmaciones de mi teoría que le convenzan.

¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra? Es bien sabido que, con el avance de la ciencia moderna, este ha pasado a ser un asunto de vida o muerte no sólo para algunas personas sino una verdadera amenaza para toda la civilización tal cual la conocemos; sin embargo, pese al empeño que se ha puesto, todo intento de darle solución ha terminado en un lamentable fracaso.

la creación, con el consenso internacional, de un cuerpo legislativo y judicial para dirimir cualquier conflicto que surgiere entre las naciones. Cada nación debería avenirse a respetar las órdenes emanadas de este cuerpo legislativo, someter toda disputa a su decisión, aceptar sin reserva sus dictámenes y acatar cualquier medida que el tribunal internacional estimare

un tribunal es una institución humana que, en la medida en que el poder que posee resulta insuficiente para hacer cumplir sus veredictos,

primer axioma: El logro de una seguridad internacional implica la renuncia incondicional, en una cierta medida, de todas las naciones a su libertad de acción, vale decir, a su soberanía, y está claro fuera de toda duda que ningún otro camino puede conducir a esa seguridad.

El afán de poder que caracteriza a la clase gobernante de todas las naciones es hostil a cualquier limitación de la soberanía nacional. Este hambre de poder político suele

favorecer sus intereses particulares y extender su autoridad personal.

Una respuesta evidente a esta pregunta parecería ser que la minoría, la clase dominante hoy, tiene bajo su influencia las escuelas y la prensa, y por lo general también la Iglesia

Estos servicios a su servicio les permiten dirigir, organizar y gobernar las emociones y sentimientos de las masas, inconscientes como el sujeto sometido a hipnosis de los verdaderos motivos de su acción diferida [la sugestión colectiva], y convertirlas también en un instrumento a su servicio.

¿Cómo es que estos procedimientos logran despertar en los hombres tan salvaje entusiasmo, hasta llevarlos a sacrificar su vida? Sólo hay una contestación posible: porque el hombre tiene dentro de sí un apetito de odio y destrucción [canalizado de esta manera a través de racionalizaciones ideológicas e idealistas].

La experiencia prueba que es más bien la llamada «intelectualidad» la más proclive a estas desastrosas sugestiones colectivas, ya que el intelectual no tiene contacto directo con la vida al desnudo, sino que se topa con esta en su forma sintética más sencilla: sobre la página impresa.

Pero sé muy bien que la pulsión agresiva opera bajo otras formas y en otras circunstancias más restringidas: pienso en las guerras civiles, por ejemplo, que antaño se debían al fervor religioso, y en nuestros días más a factores sociales; o, también, en la persecución de las minorías raciales.

pues la cuestión de la guerra me pareció una tarea que compete a la práctica de los políticos y hombres de estado.

sino sólo a indicar el aspecto que Correspondencia entre S. Freud y A. Einstein Página 9 de 18 cobra el problema de la prevención de las guerras en una consideración psicológica o, más estrictamente, psicoanalítica.

¿Puedo sustituir la palabra «poder» (“Macht”) por el término, más rotundo y más duro, de «violencia»

Pues bien, los conflictos de intereses entre los hombres se zanjan en principio mediante un expediente somero: la violencia, es decir el recurso a la fuerza impositiva sobre otro u otros.

una de las partes contendientes, por el daño que reciba o por la paralización de sus fuerzas, será obligada a deponer sus pretensiones, sus reivindicaciones o simplemente su antagonismo opositor.

Ello naturalmente se conseguirá de la manera más radical cuando la violencia elimine duraderamente al contrincante, o sea, seamos claros, cuando se lo mate. Esto, sin duda, además tiene la doble ventaja de impedir que insista y vuelva a empezar otra vez su oposición,

De manera excelente este argumento fue desarrollado brillantemente por Hegel en su noción de la dialéctica entre el amo y el esclavo

pero manteniéndolo atemorizado, pueda aprovechárselo para realizar servicios útiles para el vencedor, obteniendo así beneficios a su costa y a bajo coste.

respeto por la vida del enemigo,

Pasó a través del hecho de que la fuerza mayor de uno podía ser compensada y vencida por la unión de varios más débiles. «L'union fait la force»

Vemos pues, que el derecho no es sino el poder de una comunidad.

Pero no se olvide que todavía sigue siendo una violencia dispuesta a ejercerse y preparada para dirigirse contra cualquier individuo que se le oponga;

la diferencia sólo reside, real y efectivamente, en que ya no es la violencia de un individuo la que se impone, sino la de una comunidad, la de un grupo más o menos numeroso de individuos mancomunados en vistas a un interés compartido.

La unión de los muchos, la unidad del grupo asociado tiene que ser suficientemente permanente,

ciertos vínculos afectivos, sentimientos comunitarios,

en la realidad, la situación se complica por el hecho de que la comunidad real incluye [está formada por] desde un principio elementos de poder desigual (von Anfang an ungleich mächtige Elemente), varones y mujeres [que no gozan de los mismos privilegios en las diferentes culturas, donde la diferencia real se traduce en desigualdad social jerárquica], padres e hijos, y pronto, a consecuencia de guerras y sometimientos, vencedores y vencidos, dominantes y dominados, que se trasforman en amos y esclavos. Entonces el derecho

las leyes son hechas por los dominadores y están hechas para ellos, para beneficiar a ese grupo dominante, y son escasos los derechos concedidos a los sometidos o las ventajas que les proporciona

la clase dominante no está dispuesta a reconocer ese cambio, se llega a la sublevación, a la guerra civil, es decir, a una cancelación transitoria temporal del derecho y a nuevas confrontaciones violentas tras cuyo desenlace pueden ceder su dominio a la institución de un nuevo orden legal, de derecho.


Entonces, por paradójico que parezca, tal vez habría que admitir que la guerra no siempre es un medio inadecuado para restablecer la anhelada paz «eterna», ya que es capaz de crear aquellas unidades mayores dentro de las cuales un fuerte poder central haría imposible ulteriores guerras en su seno.

Una prevención segura de las guerras sólo es posible si los hombres se ponen realmente de acuerdo en la institución de un poder central reconocido de este modo y privativo de la violencia, al cual se delegaría la atención y resolución de

Hemos puesto de manifiesto que una comunidad humana se mantiene unida o cohesionada gracias a dos factores: la presión de la violencia (der Zwang der Gewalt) y los lazos afectivos (die Gefülsbindungen) -técnicamente se los llama identificaciones- entre sus miembros.

Ciertas personas predicen que sólo el triunfo universal de la ideología bolchevique podría poner fin a las guerras, pero en todo caso estamos hoy aún muy lejos de esa meta y quizá eso sólo se conseguiría tras espantosas guerras civiles.

Permítame exponerle, con este motivo, una parte de la teoría de las pulsiones

sólo de dos clases: aquellas que tienden a conservar y reunir -las llamamos eróticas, exactamente en el sentido de Eros en El banquete de Platón, o sexuales, ampliando así deliberadamente el concepto popular de sexualidad-, y otras que tienden a destruir y matar;

Ciertamente se cuentan entre ellos el placer de agredir y destruir e innumerables crueldades de la Historia y de la vida cotidiana confirman su existencia y su fuerza.


Muchas veces, cuando nos enteramos de los hechos crueles de la Historia, tenemos la impresión de que los motivos ideales [las diferentes ideologías religiosas, políticas o sociales] sólo sirvieron de pretexto a las apetencias destructivas

vuelta de esas fuerzas pulsionales hacia la destrucción en el mundo exterior alivia al ser vivo y no puede menos que ejercer un efecto benéfico sobre él, a costa naturalmente del agredido o destruido.

Nos parece con pocas probabilidades de éxito sino inútil el propósito de eliminar las tendencias agresivas de los hombres.

y mantienen unidos a sus partidarios, en buena medida gracias a una creencia ideal proyectada en el futuro y sobretodo al fomento del odio contra un enemigo extranjero que sin duda siempre está ahí dispuesto a fastidiar su bienaventurada sociedad en construcción.

Todo cuanto establezca lazos afectivos entre los hombres no podrá menos que actuar como un antídoto contra la guerra.

Estos últimos constituyen la inmensa mayoría, necesitan de una autoridad que tome por ellos decisiones que ellos mismos no podrían o sabrían tomar y a las cuales las más de las veces se someterán incondicionalmente.

¿Por qué nos indignamos y sublevamos tanto contra la guerra, usted y yo y tantos otros?

porque todo hombre tiene derecho a la vida, a su propia vida; porque la guerra destruye vidas humanas prometedoras y llenas de esperanzas;

Por ahora sólo podemos decirnos: todo lo que promueva el desarrollo de una cultura que no se funde en la represión pulsional sino en una educación racional de lo pulsional trabaja también contra la guerra.








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martes, 19 de mayo de 2020

La esclavitud femenina - John Stuart Mill



Sinopsis:

En palabras de Emilia Pardo Bazán, éste es un «libro extraño, radical, fresco y ardoroso, que en nombre del individualismo reclama la igualdad de los sexos y que con el más exacto raciocinio y la más apretada dialéctica pulveriza los argumentos y objeciones que pudiesen oponerse a la tesis.»

La esclavitud femenina es uno de los primeros tratados de la historia del pensamiento que aborda la igualdad entre los sexos desde múltiples perspectivas, escrito por uno de los pensadores que contribuyó a establecer las bases ideológicas de las actuales democracias occidentales. Escrito en plena época del conservadurismo victoriano inglés, la obra muestra que la lucha por la igualdad de la mujer viene desde muy atrás. Sin embargo, hoy es un libro casi olvidado —a pesar de que éste sea un tema de máxima actualidad y debate en la sociedad española— que merece ser difundido y, además, en la magnífica traducción y con el prólogo de Emilia Pardo Bazán, una de las primeras mujeres españolas que lucharon abiertamente por la igualdad entre los sexos en nuestro país.


           Reseña:

Stuart Mill es un hombre muy adelantado a su época, pudiera ser por su tan esmerada educación, pues desde pequeño, leía los clásicos en varios idiomas y manejaba muy bien la filosofía utilitarista. Ha escrito una excelente obra feminista, en todos los aspectos, siendo hombre y en un país como lo es Gran Bretaña, donde las costumbres son importantes y el seguimiento a la ley, aún más, es cosa difícil.

Muchos se preguntaban si otro hombre le había ayudado con tan locas ideas, pero parece que no. Más bien, su señora esposa fue quien metió mano en este ensayo, con sus pensamientos adelantados a su época, poco femeninos, podrían decir las féminas que le rodeaban. Lo cierto, es que era una mujer muy versada en temas políticos, culturales, y filosóficos. Tal comunión con la saber debió llevar muy de la mano a este matrimonio prodigioso. Pero no demos muchas vueltas, comencemos con el contenido.

El autor comienza explicando que, la ley antigua, que no es otra que la moral, autorizaba al esposo para hacer de su esposa cuanto quisiera, además sus bienes no le pertenecían, pues toda ella y sus accesorios dependían por completo del esposo. Dándole una condición de esclava a todo tiempo, pues debía estar al pendiente de su marido las veinticuatro horas del día siete días de la semana. Y bueno, cometa que la esclavitud era normal en la época de Aristóteles, pero de eso ya hace bastante tiempo.

Pide que se le de a la mujer el derecho al sufragio, pues dice, es un derecho que atañe a todos. Si mucho antes, las sociedades en lugar de darle el poder al hombre, se lo hubieran dado a la mujer o, si no existiera el hombre, tal vez habrían desarrollado al máximo su cuerpo y mente, pues a la mayoría se le vedaba en esa época el estudio. Su papel es el de la mujer abnegada que está al frente del hogar y de los hijos, ¿pero es todo lo que la mujer desea?

No sé, me recuerda un poco al Varón domado, no dudo que la autora haya leído este libro, y tomara demasiadas ideas para su creación.

Aborda el tema de la literatura, que como ya sabemos, nace de la creación del hombre. Por lo tanto, la mujer no está innovando, pero está incursionando en un nuevo terreno fuera de la cocina, que ya es algo. Hay unas tan aventadas que lanzan grandes monólogos en contra de la falta de libertad femenina, pero es hasta ahí que llegan, pues la sociedad y las leyes no les permiten nada más. Les llama literatas esclavistas, pues la mayoría solo adula al hombre y no aporta otra cosa.

En fin, el opina que ya es tiempo de cambiar las leyes, para que las mujeres puedan estudiar e incursionar en profesiones, pues ya se ha demostrado (la reina de Inglaterra) que son aptas para otras cosas, y no solo para amas de casa. Que las leyes les den derechos para poder defenderse de sus maridos tiranos, que puedan elegir ellas mismas sus esposos y no sus padres. Comenta que no hay diferencias mentales entre el hombre y la mujer, que ambos son iguales y que no existe ninguna prueba de lo que afirman en su época, que el cerebro de la mujer es mas pequeño que el del hombre.

Un libro que clama por ayuda hacia el ser humano indefenso: la mujer. ¿Qué pasaría si el autor caminara en estos días por nuestras calles? Sin duda, se sentiría feliz.


Frases:


Cuán dulce pedazo de paraíso el matrimonio de dos personas instruidas, que profesan las mismas opiniones, tienen los mismos puntos de vista, y son iguales con la superior igualdad que da la semejanza de facultades y aptitudes, y desiguales únicamente por el grado de desarrollo de estas facultades;

Cuando en 1867 presentó a la Cámara de los Comunes el proyecto de ley pidiendo para la mujer el derecho de sufragio, la minoría que votó con él fue lucida e imponente, y general la sorpresa de sus adversarios viendo que no podían tildarle de extravagancia.

«La ley antigua, pero no lejana, autorizaba al marido para castigar a la esposa, y aquél respondía de los delitos de ésta cometidos en su presencia. Los bienes de la mujer casada eran inalienables, aun contando con su voluntad, y no había que pensar en que ella pudiera reservarse la disposición de su hacienda, ni hacer suyos los gananciales. Únicamente el padre tenía potestad sobre sus hijos, y la mujer abandonada carecía del derecho de pedir alimentos. La investigación de la paternidad estaba absolutamente prohibida, lo mismo que el ejercicio de la tutela por la mujer. No existía garantía alguna contra la seducción de la menor desamparada, y en el taller de la fábrica obscura y malsana se sacrificaba silenciosamente la salud y el pudor de la obrera, peor retribuida y más desconsiderada que el varón».

Siempre la necesidad de la prueba incumbe al que afirma.
Este régimen proviene de que, desde los primeros días de la sociedad humana, la mujer fue entregada como esclava al hombre que tenía interés o capricho en poseerla, y a quien no podía resistir ni oponerse, dada la inferioridad de su fuerza muscular

es el estado primitivo de esclavitud, que se perpetúa a través de una serie de endulzamientos y modificaciones, debidas a las mismas causas que han ido puliendo cada vez más las maneras y las costumbres, y sometiendo en cierto modo, las acciones de los hombres al dictado de la justicia y a la influencia de las ideas humanitarias;

Que se fijen también en lo que hay de particular y característico en el problema que tratamos, y comprenderán fácilmente que este fragmento de los derechos fundados en la fuerza, aunque haya modificado sus rasgos más atroces y se haya dulcificado poco a poco y aparezca hoy en forma más benigna y con mayor templanza, es el último en desaparecer, y que este vestigio del antiguo estado social sobrevive ante generaciones que teóricamente no admiten sino instituciones basadas en la justicia.

No saben nuestros contemporáneos que en los primeros siglos la ley de la fuerza reinaba sin discusión, que se practicaba públicamente, de un modo franco, y no diré con cinismo y sin pudor,

La historia nos obliga a pensar mal, por triste experiencia, de la especie humana, cuando nos enseña con qué rigurosa proporción las consideraciones, la honra, los bienes y la felicidad de una clase dependieron siempre de su poder para defenderse e imponerse.

Los estoicos fueron los primeros (salvo tal vez los judíos) en enseñar que los amos tenían para con sus esclavos obligaciones morales que cumplir.

que instituciones y costumbres sin más fundamento que la ley de la fuerza, se conservan en épocas en que ya son un anacronismo, y en que a nadie se le ocurriría establecerlas, porque pugnan con nuestras actuales creencias y opiniones.

En Inglaterra estamos plenamente convencidos de que el despotismo militar no es más que forma de la ley de la fuerza, sin otro título de legitimidad.

¡Qué diferencia entre estos poderes y el del hombre sobre la mujer! No prejuzgo la cuestión de si es justificable: demuestro únicamente que, aún no siéndolo, tiene que perseverar más que otros géneros de dominación que se han perpetuado hasta nosotros.

Por eso es más intenso el deseo de este poder: porque quien desea el poder quiere ejercerle sobre los que le rodean, con quienes pasa la vida, personas a quienes está unido por intereses comunes, y que si se declarasen independientes de su autoridad, podrían aprovechar la
Si algún sistema de privilegio y de servidumbre forzada ha remachado el yugo sobre el cuello que hace doblar, es éste del dominio viril.

Hubo un tiempo en que las mentes más innovadoras juzgaban natural la división de la especie humana en dos secciones; una muy reducida, compuesta de amos, otra muy numerosa, compuesta de esclavos; y este pensaban que era el único estado natural de la raza.

Pensó que había en la humanidad diferentes categorías de hombres, los unos libres, los otros esclavos; que los griegos eran de naturaleza libre, y las razas bárbaras, los tracios y los asiáticos, de naturaleza esclava a nativitate.

Desde las más remotas edades, la ley de la fuerza ha parecido siempre, a los que no tenían otra que invocar, fundamento propio de la autoridad y del mando.

La subordinación de la mujer al hombre es una costumbre universal, viejísima: cualquier derogación de esta costumbre parece, claro está, contra natura.

Los griegos no consideraban la independencia de la mujer tan contraria a la naturaleza como los demás pueblos antiguos, a causa de la fábula de las Amazonas, que creían histórica,

Pero —se me dirá— la dominación del hombre sobre la mujer difiere de los demás géneros de dominación, en que el dominador no emplea la fuerza; es un señorío voluntariamente aceptado: las mujeres no se quejan, y de buen grado se someten.

Todas las condiciones sociales y naturales concurren para hacer casi imposible una rebelión general de la mujer contra el poder del hombre.

Los hombres no se contentan con la obediencia de la mujer: se abrogan un derecho posesorio absoluto sobre sus sentimientos.

Los amos de las mujeres exigen más que obediencia: así han adulterado, en bien de su propósito, la índole de la educación de la mujer, que se educa, desde la niñez, en la creencia de que el ideal de su carácter es absolutamente contrario al del hombre; se la enseña a no tener iniciativa, a no conducirse según su voluntad consciente, sino a someterse y ceder a la voluntad del dueño.

¿Cuál es, en realidad, el carácter peculiar del mundo moderno? ¿Qué es lo que más distingue las instituciones, las ideas sociales, la vida de los tiempos modernos, de la de los pasados y caducos? Que el hombre ya no nace en el puesto que ha de ocupar durante su vida; que no está encadenado por ningún lazo indisoluble, sino que es libre para emplear sus facultades y aprovechar las circunstancias en labrarse la suerte que considere más grata y digna.

En la actualidad, en los países más adelantados, las incapacidades de la mujer son, con levísimas excepciones, el único caso en que las leyes y las instituciones estigmatizan a un individuo al punto de nacer, y decretan que no estará nunca, durante toda su vida, autorizado para alcanzar ciertas posiciones.

Ya he dicho que la dignidad real es una excepción; pero todo el mundo está penetrado de que esta excepción es una anomalía en el mundo moderno, que se opone a sus costumbres y a sus principios,

Si se hubiesen encontrado sociedades compuestas de hombres sin mujeres, o de mujeres sin hombres, o de hombres y mujeres sin que éstas estuviesen sujetas a los hombres, podría saberse algo positivo acerca de las diferencias intelectuales o morales que puede haber en la constitución de ambos sexos.

Lo que se llama hoy la naturaleza de la mujer, es un producto eminentemente artificial; es el fruto de una compresión forzada en un sentido, y de una excitación preternatural en otro.

Y todavía juzgo más imposible llegar a conocer a una mujer sometida a la autoridad conyugal, a quien hemos enseñado que su deber consiste en subordinarlo todo al bienestar y al placer de su marido y a no dejarle ver ni sentir en su casa más que lo agradable y halagüeño.

Fue ayer, como quien dice, cuando las mujeres adquirieron por su talento literario o por consentimiento de la sociedad, el derecho de dirigirse al público.

«El hombre puede desafiar la opinión; la mujer debe someterse a ella».

La mayor parte de lo que las mujeres escriben es pura adulación para los hombres. Si la que escribe no está casada, diríase que escribe para encontrar marido. Bastantes mujeres, casadas o no, van más allá, y propalan, en favor de la esclavitud de su sexo, ideas tan serviles, que no dijera tanto ningún hombre, ni el más vulgar y estólido.

Al principio se apresaba a las mujeres por fuerza, o el padre las vendía al marido.

Una vez casado, el hombre tenía en otro tiempo (antes del cristianismo), derecho de vida y muerte sobre su mujer. Esta no podía invocar la ley contra él;

En las antiguas leyes de Inglaterra, el marido se titulaba señor de su mujer, era literalmente su soberano, de modo que el asesinato de un hombre, cometido por su mujer, se llamaba traición y se imponía a la culpable la pena de ser quemada viva.

En la ley romana, por ejemplo, el esclavo podía tener un pequeño peculio suyo, para su uso exclusivo, defendido hasta cierto punto por la ley.

es preciso que la renta pase por manos de la esposa; pero si el marido se la arranca con la violencia, no incurre en ninguna pena, y no se le puede obligar a la devolución

El marido y la mujer no forman más que una persona legal, lo cual significa que todo lo de ella es de él, pero no que todo lo de él es de ella;

Es raro que un esclavo, a menos de estar unido a la persona de su amo, sea esclavo a toda hora y a cada minuto; en general tiene el esclavo, como el soldado, su tarea o su tiempo de obedecer; cumplida esa tarea, dispone, hasta cierto punto, de su tiempo, hace vida de familia, en la cual rara vez se mezcla el amo.

Según la ley, los hijos son del marido; él sólo tiene sobre ellos derechos legales; ella no puede nada sin autorización del marido; y aun después de la muerte de éste, la mujer no es custodio legal de sus hijos, a menos que el marido expresamente la encargue de ello.

ahora me limito a indicar que, para quien no tiene más destino que la servidumbre, no hay otro medio de atenuar el rigor de ésta —y es medio insuficiente aún— que el derecho de escoger y desechar libremente el amo.

Si la vida conyugal fuese todo lo que puede ser desde el punto de vista legal, la sociedad sería un infierno en la tierra.

Pero las leyes se hacen porque existen también hombres malos.

El malhechor más vil tiene una miserable mujer, y contra ella puede permitirse todas las atrocidades, excepto el asesinato, y aun si es diestro puede hacerla perecer sin miedo a la sanción penal.

la idea de que la ley se la entrega como cosa, para usar de ella a discreción, sin obligación de respetarla como a los demás individuos.

Los hombres más vulgares reservan el lado violento y cócora de su carácter abiertamente egoísta para los que no tienen poder bastante a resistirlos.

El poder que tiene la mujer de hacerse desagradable, da por resultado el de establecer una contra-tiranía y causar víctimas en el otro sexo, sobre todo en los maridos menos inclinados a erigirse en tiranos.

La educación moral de la sociedad se hizo hasta hoy por la ley de la fuerza, y no se ha adoptado sino para las relaciones por la fuerza creadas. En los estados sociales menos adelantados

La moral de los primeros siglos descansaba en la obligación de someterse a la fuerza; más tarde descansó sobre el derecho del débil a la protección y a la tolerancia del fuerte.

Siempre ocurre que la humanidad no prevé sus propios cambios, no nota que sus sentimientos se derivan del pasado, y no del porvenir. Ver el porvenir ha sido siempre privilegio del hombre superior, o de sus adeptos; sentir como las gentes futuras, es la gloria y el tormento de un corto número de escogidos.

Nos cuentan que San Pablo dijo: «Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos». También dijo a los esclavos: «Obedeced a vuestros amos».

Hay que suponer que las mujeres son aptas para esta elección, puesto que la ley les concede derecho electoral en el caso más grave para ellas. La ley permite a la mujer que escoja el hombre que debe gobernarla hasta el fin de su vida, y siempre supone que esta elección se ha hecho voluntariamente.

Eliminemos desde luego toda consideración psicológica que tire a probar que las supuestas diferencias mentales entre el hombre y la mujer no son sino efecto natural de diferencias de educación, y, lejos de indicar una inferioridad radical, prueban que en su naturaleza no existe ninguna fundamental diferencia.

prueba positiva no admite réplica. No cabe deducir que ninguna mujer podrá jamás ser un Homero, un Aristóteles, un Miguel Ángel o un Beethoven, por la razón de que ninguna mujer haya producido hasta el día obras maestras comparables a las de esos poderosos genios, en los géneros en que brillaron.

La historia inscribe en sus anales corto número de reinas en comparación con el de reyes; y aún dentro de este corto número, la proporción de las mujeres que han mostrado genio para gobernar es mucho mayor que el del hombre, aun cuando muchas reinas han ocupado el trono en circunstancias bien difíciles.

Consideremos las facultades intelectuales que suelen caracterizar a las mujeres de gran talento: son facultades propias para la práctica, y en la práctica se cifran.

las únicas mujeres adornadas con los conocimientos propios para generalizar ideas, son las que se han instruido a sí mismas, las autodidactas),

preguntemos si a los hombres de temperamento nervioso se les considera incapacitados para las funciones y ocupaciones que suelen desempeñar en sociedad los individuos de su sexo.

No veo sombra de razón para dudar que la mujer se igualaría al hombre, si su educación tendiese a corregir las flaquezas de su temperamento en lugar de agravarlas, como sucede en el día.

Todavía no se ha probado que el cerebro de la hembra sea más pequeño que el del varón.

Los ingleses, más que otra nación, obran y sienten por regla, patrón y compás.

Aspasia no ha dejado escritos filosóficos; pero se sabe que Sócrates recibió de ella lecciones muy provechosas.

Cuando la mujer haya acumulado la suma de conocimientos que necesita el hombre para sobresalir en un terreno original, será ocasión de juzgar por experiencia si puede o no ser original la mujer.

Toda mujer que escribe es discípula de grandes escritores del otro sexo.

En la actualidad hay pocas mujeres, muy pocas, que pinten por oficio, y las que lo realizan comienzan a mostrar tanto talento como los émulos varones.

Sí; el tocador como deber se traga gran parte del tiempo y del vigor mental que la mujer pudiera reservar para otros usos[4].

la mujer, sea por causas artificiales, sea por naturaleza, siente rara vez el ansia de celebridad.

mientras a la mujer no sólo toda ambición le está vedada, sino que el deseo de fama se toma en la mujer por descaro y osadía.

Las mujeres son hoy los únicos seres humanos en quienes la sublevación contra las leyes establecidas se mira mal, se juzga subversiva y reprobable, como en otro tiempo el que un súbdito practicase el derecho de insurrección contra su rey.

La ley de la servidumbre en el matrimonio es una monstruosa contradicción, un mentís a todos los principios fundamentales de la sociedad moderna y a toda la experiencia en que se apoyó para deducirlos y aplicarlos.

Toda persona realmente ilustrada comprende los efectos corruptores del despotismo.

la servidumbre, que es madre de lo que llamamos galantería.

La relación del marido con la mujer se parece mucho a la del señor con sus vasallos; sólo que la mujer está obligada a mayor obediencia todavía para con su marido, de lo que nunca estuvo el vasallo con el señor feudal.

Gran parte está dedicada, y seguirá estándolo, al gobierno de la casa y a algunas ocupaciones más, que ya son accesibles a la mujer; el resto se beneficia indirectamente, en mucha parte en forma de influencia personal de una mujer sobre un hombre.

La influencia de las madres en la formación del carácter de sus hijos y el deseo de los muchachos de lucirse ante las mocitas, han ejercido en todas partes, y desde que hay memoria, acción fortísima sobre el carácter masculino, apresurando los más trascendentales progresos de la civilización.

Las mujeres concurrieron poderosamente a difundir entre los conquistadores bárbaros la religión cristiana, religión mucho más favorable a la mujer que todas cuantas la habían precedido.

los verdaderos fundamentos de la vida moral en los tiempos modernos, son o deben ser la justicia y la prudencia; el respeto de cada uno al derecho de todos, y la aptitud de cada cual para mirar por sí y bandeárselas.

los principios que se enseñan a la mujer son en su mayor parte negativos; prohíben esto, aquello o lo de más allá, pero no se meten en imprimir dirección general a los pensamientos y a las acciones de la mujer.

Una mujer nacida en la actual situación femenina y que no aspira a más, ¿cómo ha de poder estimar el valor moral de la independencia? Ni es independiente ni aprendió a serlo; su destino es esperarlo todo de los demás;

¡Quien posee mujer e hijos, ha dado rehenes a la opinión del mundo! La aprobación de la muchedumbre puede ser indiferente al hombre honrado, pero a la mujer le importa muchísimo.

Merced a la educación que recibe la mujer, rara vez pueden los cónyuges unirse en simpatía real de gustos y deseos en las cuestiones diarias.

cuando uno de los esposos es inferior al otro en capacidad mental y en educación, y el superior no trata de elevar hasta sí al compañero, la influencia total de la unión íntima es funesta al desarrollo del superior, y tanto más funesta cuanto más se aman y más confunden sus existencias los cónyuges.

Así es que el marido deseoso de comunión intelectual, encuentra, para satisfacerse, una comunión en que no aprende nada; una compañía que no perfecciona, que no estimula, ocupa el lugar de la que tendría que buscar si viviese solo: la sociedad de sus iguales por la inteligencia a por la elevación de miras.

Mujer que no impulsa a su marido hacia delante, le estaciona o le echa atrás.

La regeneración moral del género humano no empezará realmente hasta que la relación social más fundamental se someta al régimen de la igualdad,

la libertad es la aspiración perpetua y el bien supremo de la naturaleza humana.

El deseo del poder y el amor de la libertad, están en perpetuo antagonismo.

Para estas mujeres y para aquellas que languidecen toda su vida en la penosa convicción de una educación frustrada y de una actividad que no ha podido manifestarse y tener condigno empleo, no hay otro recurso en los últimos años sino la religión y la beneficencia.

Con unos ocho años ya había leído las fábulas de Esopo, la Anábasis de Jenofonte y las Historias de Heródoto en su idioma original; y también conocía ya a Luciano, Diógenes, Isócrates y seis diálogos de Platón.


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