Sinopsis:
En julio de 1932, Albert Einstein, a
instancias de la Sociedad de Naciones a través del Comité permanent des Lettres
et des Arts, escribe a Sigmund Freud para formularle una de las preguntas más
importantes que, a su juicio, debe plantearse la civilización: «¿hay una manera
de liberar a los seres humanos de la fatalidad de la guerra?».
En aquellos momentos, el ascenso de
las ideas fascistas comenzaba a hacer imaginable una nueva confrontación
generalizada, como si los horrores de la I Guerra Mundial no hubieran sido
suficientes para disipar las amenazas bélicas en Europa. Aquella pregunta
enlazaba con otra preocupación del físico alemán: «¿es posible dirigir el
desarrollo psíquico de los seres humanos de manera tal que éstos se vuelvan más
resistentes a las psicosis del miedo y la destrucción?».
Reseña:
Le he dado cuatro estrellas porque
creo que a diferencia de las dos cartas donde se haya el quid del problema, las
demás son puro relleno.
¿Por qué la guerra?
Es un libro que narra cómo dos grandes mentes: Einstein y Freud, llegaron a intercambiar correspondencia.
Se resaltan dos cartas donde Einstein lanza la pregunta ¿Por qué la guerra? Y deduce que en cuestiones de la mente le corresponde a Freud responder. También comenta, que la única forma de eliminar la guerra es creando un gobierno único para todos.
Freud contesta que, se requiere más bien un organismo internacional dotado de fuerza jurídica por todos los países (lo que resulta imposible, ya que a nadie le conviene), continúa haciendo referencia al derecho y su creación ( evitar que los más fuertes ejerzan violencia sobre los débiles) y después de muchas reflexiones termina diciendo que el hombre por naturaleza tiene ciertas tendencias a la violencia, pero, si se llega a cierto grado de racionalidad es posible que llegue a ser pacifista (como estos dos genios). Habla de la historia de las guerras y como siempre existe una desigualdad, ya sea en una ciudad donde todos están de acuerdo (la esposa y el esposo), ya sea en un conjunto de ciudades llevadas a unirse por medio de la guerra, etc.
Este libro, años después, fue prohibido en la Alemania Nazi, debido a su contenido. Es enriquecedor observar a estas dos mentes, que se supone, no tienen conocimiento jurídico, hablar sobre estos temas.
Frases:
El 8 de
septiembre Freud le comunicaba asimismo a Eitingon que había «terminado esa
Correspondencia entre S. Freud y A. Einstein Página 3 de 18 correspondencia
para mí tediosa y estéril a la que se había dado en llamar discusión con
Einstein».
Naturalmente
siempre he sabido que Ud. me admiraba sólo “por cortesía” y que hay muy pocas
afirmaciones de mi teoría que le convenzan.
¿Hay algún
camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra? Es bien sabido
que, con el avance de la ciencia moderna, este ha pasado a ser un asunto de
vida o muerte no sólo para algunas personas sino una verdadera amenaza para
toda la civilización tal cual la conocemos; sin embargo, pese al empeño que se
ha puesto, todo intento de darle solución ha terminado en un lamentable
fracaso.
la creación,
con el consenso internacional, de un cuerpo legislativo y judicial para dirimir
cualquier conflicto que surgiere entre las naciones. Cada nación debería
avenirse a respetar las órdenes emanadas de este cuerpo legislativo, someter
toda disputa a su decisión, aceptar sin reserva sus dictámenes y acatar
cualquier medida que el tribunal internacional estimare
un tribunal
es una institución humana que, en la medida en que el poder que posee resulta
insuficiente para hacer cumplir sus veredictos,
primer
axioma: El logro de una seguridad internacional implica la renuncia
incondicional, en una cierta medida, de todas las naciones a su libertad de
acción, vale decir, a su soberanía, y está claro fuera de toda duda que ningún
otro camino puede conducir a esa seguridad.
El afán de
poder que caracteriza a la clase gobernante de todas las naciones es hostil a
cualquier limitación de la soberanía nacional. Este hambre de poder político
suele
favorecer
sus intereses particulares y extender su autoridad personal.
Una
respuesta evidente a esta pregunta parecería ser que la minoría, la clase
dominante hoy, tiene bajo su influencia las escuelas y la prensa, y por lo
general también la Iglesia
Estos
servicios a su servicio les permiten dirigir, organizar y gobernar las
emociones y sentimientos de las masas, inconscientes como el sujeto sometido a
hipnosis de los verdaderos motivos de su acción diferida [la sugestión
colectiva], y convertirlas también en un instrumento a su servicio.
¿Cómo es que
estos procedimientos logran despertar en los hombres tan salvaje entusiasmo,
hasta llevarlos a sacrificar su vida? Sólo hay una contestación posible: porque
el hombre tiene dentro de sí un apetito de odio y destrucción [canalizado de
esta manera a través de racionalizaciones ideológicas e idealistas].
La
experiencia prueba que es más bien la llamada «intelectualidad» la más proclive
a estas desastrosas sugestiones colectivas, ya que el intelectual no tiene
contacto directo con la vida al desnudo, sino que se topa con esta en su forma
sintética más sencilla: sobre la página impresa.
Pero sé muy
bien que la pulsión agresiva opera bajo otras formas y en otras circunstancias
más restringidas: pienso en las guerras civiles, por ejemplo, que antaño se
debían al fervor religioso, y en nuestros días más a factores sociales; o,
también, en la persecución de las minorías raciales.
pues la
cuestión de la guerra me pareció una tarea que compete a la práctica de los
políticos y hombres de estado.
sino sólo a
indicar el aspecto que Correspondencia entre S. Freud y A. Einstein Página 9 de
18 cobra el problema de la prevención de las guerras en una consideración
psicológica o, más estrictamente, psicoanalítica.
¿Puedo
sustituir la palabra «poder» (“Macht”) por el término, más rotundo y más duro,
de «violencia»
Pues bien,
los conflictos de intereses entre los hombres se zanjan en principio mediante
un expediente somero: la violencia, es decir el recurso a la fuerza impositiva
sobre otro u otros.
una de las
partes contendientes, por el daño que reciba o por la paralización de sus
fuerzas, será obligada a deponer sus pretensiones, sus reivindicaciones o
simplemente su antagonismo opositor.
Ello
naturalmente se conseguirá de la manera más radical cuando la violencia elimine
duraderamente al contrincante, o sea, seamos claros, cuando se lo mate. Esto,
sin duda, además tiene la doble ventaja de impedir que insista y vuelva a empezar
otra vez su oposición,
De manera
excelente este argumento fue desarrollado brillantemente por Hegel en su noción
de la dialéctica entre el amo y el esclavo
pero
manteniéndolo atemorizado, pueda aprovechárselo para realizar servicios útiles
para el vencedor, obteniendo así beneficios a su costa y a bajo coste.
respeto por
la vida del enemigo,
Pasó a
través del hecho de que la fuerza mayor de uno podía ser compensada y vencida
por la unión de varios más débiles. «L'union fait la force»
Vemos pues,
que el derecho no es sino el poder de una comunidad.
Pero no se
olvide que todavía sigue siendo una violencia dispuesta a ejercerse y preparada
para dirigirse contra cualquier individuo que se le oponga;
la
diferencia sólo reside, real y efectivamente, en que ya no es la violencia de
un individuo la que se impone, sino la de una comunidad, la de un grupo más o
menos numeroso de individuos mancomunados en vistas a un interés compartido.
La unión de
los muchos, la unidad del grupo asociado tiene que ser suficientemente
permanente,
ciertos
vínculos afectivos, sentimientos comunitarios,
en la
realidad, la situación se complica por el hecho de que la comunidad real
incluye [está formada por] desde un principio elementos de poder desigual (von
Anfang an ungleich mächtige Elemente), varones y mujeres [que no gozan de los
mismos privilegios en las diferentes culturas, donde la diferencia real se
traduce en desigualdad social jerárquica], padres e hijos, y pronto, a
consecuencia de guerras y sometimientos, vencedores y vencidos, dominantes y
dominados, que se trasforman en amos y esclavos. Entonces el derecho
las leyes
son hechas por los dominadores y están hechas para ellos, para beneficiar a ese
grupo dominante, y son escasos los derechos concedidos a los sometidos o las
ventajas que les proporciona
la clase
dominante no está dispuesta a reconocer ese cambio, se llega a la sublevación,
a la guerra civil, es decir, a una cancelación transitoria temporal del derecho
y a nuevas confrontaciones violentas tras cuyo desenlace pueden ceder su
dominio a la institución de un nuevo orden legal, de derecho.
Entonces,
por paradójico que parezca, tal vez habría que admitir que la guerra no siempre
es un medio inadecuado para restablecer la anhelada paz «eterna», ya que es
capaz de crear aquellas unidades mayores dentro de las cuales un fuerte poder
central haría imposible ulteriores guerras en su seno.
Una
prevención segura de las guerras sólo es posible si los hombres se ponen
realmente de acuerdo en la institución de un poder central reconocido de este
modo y privativo de la violencia, al cual se delegaría la atención y resolución
de
Hemos puesto
de manifiesto que una comunidad humana se mantiene unida o cohesionada gracias
a dos factores: la presión de la violencia (der Zwang der Gewalt) y los lazos
afectivos (die Gefülsbindungen) -técnicamente se los llama identificaciones-
entre sus miembros.
Ciertas
personas predicen que sólo el triunfo universal de la ideología bolchevique
podría poner fin a las guerras, pero en todo caso estamos hoy aún muy lejos de
esa meta y quizá eso sólo se conseguiría tras espantosas guerras civiles.
Permítame
exponerle, con este motivo, una parte de la teoría de las pulsiones
sólo de dos
clases: aquellas que tienden a conservar y reunir -las llamamos eróticas,
exactamente en el sentido de Eros en El banquete de Platón, o sexuales,
ampliando así deliberadamente el concepto popular de sexualidad-, y otras que
tienden a destruir y matar;
Ciertamente
se cuentan entre ellos el placer de agredir y destruir e innumerables
crueldades de la Historia y de la vida cotidiana confirman su existencia y su
fuerza.
Muchas
veces, cuando nos enteramos de los hechos crueles de la Historia, tenemos la
impresión de que los motivos ideales [las diferentes ideologías religiosas,
políticas o sociales] sólo sirvieron de pretexto a las apetencias destructivas
vuelta de
esas fuerzas pulsionales hacia la destrucción en el mundo exterior alivia al
ser vivo y no puede menos que ejercer un efecto benéfico sobre él, a costa
naturalmente del agredido o destruido.
Nos parece
con pocas probabilidades de éxito sino inútil el propósito de eliminar las
tendencias agresivas de los hombres.
y mantienen
unidos a sus partidarios, en buena medida gracias a una creencia ideal
proyectada en el futuro y sobretodo al fomento del odio contra un enemigo
extranjero que sin duda siempre está ahí dispuesto a fastidiar su
bienaventurada sociedad en construcción.
Todo cuanto
establezca lazos afectivos entre los hombres no podrá menos que actuar como un
antídoto contra la guerra.
Estos
últimos constituyen la inmensa mayoría, necesitan de una autoridad que tome por
ellos decisiones que ellos mismos no podrían o sabrían tomar y a las cuales las
más de las veces se someterán incondicionalmente.
¿Por qué nos
indignamos y sublevamos tanto contra la guerra, usted y yo y tantos otros?
porque todo
hombre tiene derecho a la vida, a su propia vida; porque la guerra destruye
vidas humanas prometedoras y llenas de esperanzas;
Por ahora
sólo podemos decirnos: todo lo que promueva el desarrollo de una cultura que no
se funde en la represión pulsional sino en una educación racional de lo
pulsional trabaja también contra la guerra.
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