Sinopsis:
«Es una verdad universalmente aceptada que todo
soltero en posesión de una gran fortuna necesita una esposa»: este comienzo
-junto con el de Anna Karénina, quizá uno de los más famosos de la historia de
la literatura- nos introduce sabiamente en el mundo de Jane Austen y de su
novela más em-blemática. Orgullo y prejuicio, publicada en 1813 tras el éxito
de Juicio y sentimiento, reúne de forma ejemplar sus temas recurrentes y su
visión inimitable en la historia de las cinco hijas de la señora Bennett, que no
tiene otro objetivo en su vida que conseguir una buena boda para todas ellas.
Dos ricos jóvenes, el señor Bingley y el señor Darcy, aparecen en su punto de
mira e inmediatamente se ven señalados como posibles «presas». El opresivo
ambiente de la familia, la presión del matrimonio y del escándalo, la
diferencia de clases, el fantasma de la pobreza y la actitud de una heroína más
rica y compleja en sentimientos que cualquier heroína de cualquier novela
anterior, se conjugan en esta obra maestra leída y celebrada a lo largo de más
de dos siglos.
Reseña:
“Es una verdad universalmente aceptada que todo soltero en
posesión de una gran fortuna necesita una esposa”
Orgullo y prejuicio, un libro que, en algún momento
de nuestras vidas, todos los lectores asiduos debemos leer. La historia se
centra, en la época victoriana, con sus familias adineradas y sus bailes en
donde las jovencitas acuden felizmente en busca de un buen marido (era lo único
a lo que podían aspirar las mujeres en esos días).
Al principio, la historia se desarrolla en torno
a la incipiente relación entre Mr. Bingley y Jane Bennet, ambos jóvenes simpáticos,
tendientes a la inocencia. Parece ser que todo va de maravilla, hasta que de pronto
el joven desaparece sin más. Y es que, motivado por su amigo el Sr. Darcy y sus
hermanas, Bingley cambia de residencia a Londres.
Esta historia, es observada con ojo clínico por
Elizabeth, la hermana que le sigue a Jane. Una joven a quien le gusta estudiar
a las personas, una joven que se desenvuelve sin ningún tipo de miedo, sin vergüenza,
a pesar de que algunos de sus semejantes se desvivan por hacerla sentir mal.
Sucede que, con el paso del tiempo y el
desarrollo de la trama, la figura de los protagonistas cambia a Elizabeth Bennet
y al Sr. Darcy, quienes luego de tener una relación de ferviente odio (y esto
por las maneras de conducirse de Darcy), pasan a experimentar fuertes
sentimientos el uno por el otro.
Cabe destacar dos personajes, que influyen
determinantemente en toda la trama (fuera de la relación de los protagonistas):
los señores Bennet. La señora Bennet es una persona única, pudiera decirse así,
debido a su constante actuar, casi termina con las dos relaciones de sus hijas
(las más centradas), no tiene sentido común y es desgastante leer como a cada
rato mete la pata con sus comentarios tontos. Contrasta bastante con el
carácter y personalidad de su esposo, quien es una persona culta que ha tenido
que recluirse en su biblioteca para alejarse de la loca de su esposa.
Como comentario final, creo que, igual que algunos
otros libros que a la fecha me he dado el tiempo de leer, ha sido lo mejor. Esperé
lo necesario y se me ha hecho una lectura bastante fácil.
Frases:
Digamos que puede pasar; pero no es lo suficientemente
hermosa para tentarme.
–Creo que puedo prometerle, mamá, y sin temor a equivocarme,
que jamás bailaré con él.
La vanidad y el orgullo son cosas diferentes, aunque las dos
palabras a menudo se empleen como sinónimos.
El orgullo se identifica más con la opinión que tenemos de
nosotros mismos, y la vanidad con lo que deseamos que los demás piensen de
nosotros.
El hecho de que los novios se conozcan bien o sepan que sus
temperamentos son afines no asegura en absoluto su felicidad.
naturaleza. La felicidad en el matrimonio es sólo cuestión de
suerte.
He estado meditando sobre el enorme placer que pueden
proporcionar unos ojos hermosos en el rostro de una mujer bonita.
La distancia no es nada cuando existe una causa mayor;
Me gustaría saber quién descubrió la eficacia de la poesía
para enterrar el amor.
Cuando apreciamos a alguien, a menudo cedemos gustosamente a
sus peticiones sin necesidad de que nos convenza con argumentos.
–Ceder sin convicción no es un cumplido a la inteligencia de
nadie.
–Quienes jamás cambian de opinión tienen que estar muy
seguros de juzgar correctamente al principio.
y tampoco debería olvidar que, a pesar de sus muchos
encantos, no sabe a ciencia cierta si volverá a recibir otra propuesta de
matrimonio.
No me considere una mujer elegante que trata de atormentarlo,
sino una criatura racional que le habla con el corazón en la mano.
–Me temo que estás ante una triste disyuntiva, Elizabeth. A
partir de hoy te convertirás en una extraña para uno de tus padres. Tu madre no
volverá a verte si no te casas con el señor Collins, y yo no volveré a verte si
te casas con él.
Cuanto más sé del mundo, menos me gusta; y cada día estoy más
convencida de la inconstancia del carácter humano, y de lo poco fiable que es
la apariencia de valía o de buen juicio.
A veces hay que pagar un precio demasiado alto para ser
importante.
Cuando nuestra fortuna nos permite viajar sin preocuparnos de
los gastos, la distancia no es un inconveniente.
–Mi lucha ha sido en vano. Carece de sentido. No reprimiré
por más tiempo mis sentimientos. Permítame decirle cuán ardientemente la admiro
y la amo.
la persona enojada no siempre es juiciosa;
¡Cuánto daño habían causado la desidia y una malentendida
indulgencia en una joven como ella!
Se le ha permitido vivir en la ociosidad y entregarse a las
mayores frivolidades, y adoptar las opiniones que le diera la gana.
A todos nos gusta dar lecciones, aunque sólo podemos enseñar
lo que no merece la pena saber.
–Eres una buena muchacha –afirmó él–, y me complace pensar
que estarás felizmente casada. Estoy convencido de que os llevaréis muy bien.
Tenéis un carácter muy parecido. Sois tan complacientes que nunca zanjaréis
nada; tan apacibles que os engañarán todos los criados; y tan generosos que
gastaréis por encima de vuestras posibilidades.
–Usted es demasiado generosa para jugar con mis sentimientos.
Si los suyos siguen siendo los mismos del pasado abril, dígamelo en seguida. Mi
afecto y mis deseos no han cambiado, pero una palabra suya me silenciará para
siempre.
–No sabes nada de este asunto. Lo que dices forma parte del
pasado. Quizá no siempre le haya querido tanto como ahora, pero, en casos así,
tener buena memoria es imperdonable. Ésta será la última vez que lo recuerde.
–En dos palabras, que estás decidida a casarte con él. Es
rico, no cabe duda, y podrás tener vestidos más bonitos y carruajes mejores que
Jane. Pero ¿te hará feliz eso?
No tengo nada más que decir. Si ése es el caso, el señor
Darcy es digno de ti. No te habría entregado, mi pequeña Lizzy, a ningún hombre
de menor valía.
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