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jueves, 7 de mayo de 2020

El conde de Montecristo - Alejandro Dumas


         

Sinopsis:

El conde de Montecristo (Le comte de Monte-Cristo) es una novela de aventuras clásica de Alexandre Dumas padre y Auguste Maquet. Este último no figuró en los títulos de la obra ya que Alexandre Dumas pagó una elevada suma de dinero para que así fuera. Maquet era un colaborador muy activo en las novelas de Dumas, llegó a escribir obras enteras que Dumas reescribió más tarde. Esta obra se suele considerar como el mejor trabajo de Dumas, y a menudo se incluye en las listas de las mejores novelas de todos los tiempos. El libro se terminó de escribir en 1844, y fue publicado en una serie de 18 partes durante los dos años siguientes.


Reseña:

En Marsella, tiene su hogar el joven Edmundo Dantés, un joven marino que corre por las esas calles en busca de su padre, después de varios meses de ausencia. La misma juventud es su perdición, pues es una persona que no posee ninguna malicia, presto a casarse con su amada, nada hace caso de lo que le rodea, camina por la vida sin darse cuenta que ha creado uno, dos o tres enemigos. Enemigos que le odian, y que quieren que termine la felicidad que por gracia y su persona, se merece.

El pobre, estando en altamar, no sabe que a la muerte del capitán estará firmando una sentencia. Como ya dije, es una persona inocente, que no piensa mal. El capitán al fallecer, le encarga una tarea de suma importancia, y versa en ello, una promesa en el lecho de muerte. Por lo que, Edmundo, convertido en el capitán interino, desembarca en la isla de Elba (lugar de retiro de Napoleón Bonaparte) donde le otorgan una carta que es menester, lleve a París.

Uno de sus compañeros, de nombre Danglars, quien le tiene envidia en sobremanera, se poner de acuerdo con Fernando y Caderousse, para fingir una carta de denuncia, en donde se hace saber a la autoridad competente que el joven Dantes es un conspirador en contra del rey. Villefort, quien es el suplente, atiende este caso y no sé si es casualidad o mala suerte, pero la carta efectivamente va dirigida a la conspiración bonapartista en París, de la que Noirtier, el padre de Villefort forma parte. Dicho joven, al ver su posición comprometida, finge que todo está bien y da una puñalada por la espalda al pobre Edmundo, quien ese mismo día, se ve encerrado en uno de los calabozos del castillo de If.

En ese lugar, el pobre protagonista se debate entre la inestabilidad mental y la incógnita del por qué le han conducido ahí. Pasa mucho tiempo, hasta que por fin puede establecer contacto con otro reo, que resulta ser un abate. Planean una huida que se ve frustrada y el hombre adopta al joven, le enseña ciencias, lenguas, filosofía, química y le quita la venda de los ojos al estudiar su caso y dar inmediatamente con los culpables. Desgraciadamente esa relación se ve afectada por la muerte del pobre abate, quien se despide de su recién adquirido hijo y pupilo con un secreto millonario.

Dantés ve en la muerte que tanta pena le trae, una oportunidad de libertad y la toma. Con esa libertad viene su venganza, pues nada le detiene, su caudal es enorme. Después de muchas correrías, vueltas de ajedrez, Edmundo Dantes (Conde de Montecristo, Abate Busoni, Lord de Whitmore) sale e investiga que su padre ha muerto de hambre, que su amada se ha casado y su bienhechor (el señor Morrel, se encuentra en la pobreza), con esto inicia su venganza, después de realizarla, se retira de una vida de lujos.

Lo dejo así de general para que se tomen el tiempo de leerlo (tiempo muy bien invertido)



Frases:
Por consiguiente, se encontró solo, en silencio y oscuridad, mudo y triste como aquellas paredes cuyo frío glacial helaba el sudor de su frente.
Danglars era uno de esos hombres calculistas que nacen con una pluma detrás de la oreja y un tintero por corazón.
¿Olvidáis, mi querido conde, que ese coloso, ese héroe, ese semidiós sufre de una enfermedad cutánea que le consume?
El ministro se inclinaba bajo el peso de tan terrible anatema; Blacas se limpiaba la frente cubierta de sudor, y Villefort, viendo crecer su importancia, estaba satisfecho en su fuero interno.
Materialmente imposible! ¡Gran palabra! Desgraciadamente hay palabras tan grandes como grandes hombres: ya conozco a ellas y a ellos.
En política, querido mío, y vos lo sabéis tan bien como yo, no hay hombres, sino ideas; no sentimientos, sino intereses; en política no se mata a un hombre, sino se allana un obstáculo.
Bañada en lágrimas, como aquella loca cuya doliente vida cuenta el pueblo,
El viejo Dantés, a quien sólo la esperanza sostenía, la perdió con la caída del imperio, y cinco meses más tarde, día por día de la ausencia de su hijo, y a la misma hora en que Edmundo fue preso, expiró en brazos de Mercedes.
sino porque los presos oyen en el silencio de la noche hasta la araña que teje su tela, hasta la caída periódica de la gota de agua que tarda una hora en filtrarse por el techo de su calabozo,
—Eso demuestra, señor gobernador —dijo Faria—, que sois como aquellos de que habla la Escritura, que tienen ojos y no ven, oídos y no oyen.
pero los reyes de ahora, encerrados en los límites de lo probable, no tienen la audacia de la voluntad, temen el oído que escucha las órdenes que ellos mismos dan, el ojo que ve sus acciones; no sienten en sí lo superior de la esencia divina, son hombres coronados, en una palabra.
Dios es el último recurso. El desgraciado que debería comenzar por él, no llega a implorarle sino después de haber agotado todas sus esperanzas.
porque las oraciones para el hombre que es dichoso son a veces palabras vacías de sentido, hasta que el dolor viene a explicar al infortunio ese lenguaje sublime con que nos habla Dios.
Dicho y hecho: dejó caer el cántaro al suelo, con lo que se hizo mil pedazos.
—Yo soy —dijo el anciano sonriendo tristemente— el abate Faria, preso, como ya sabéis, desde 1811 en el castillo de If; pero antes de esa fecha llevaba ya tres años en la fortaleza de Fenestrelle.
Así, os repito lo que os dije: nada haré desde ahora pare alcanzar mi libertad, puesto que Dios quiere que por siempre la haya perdido.
Jamás había pensado en la fuga el joven. Tienen algunas cosas tal aire de imposibles, que no se nos ocurre la idea de intentarlas, y hasta las evitamos instintivamente.
No seré quizás elocuente, pero me daré a entender, y con esto me basta.
La prisión ha concentrado todas mis facultades intelectuales en un solo punto, que por ser estrecho ha ocasionado que ellas choquen unas con otras.
Para descubrir al culpable, averiguad quién se aprovecha del crimen. ¿A quién podía ser provechosa vuestra desaparición?
El anciano era uno de esos hombres cuya conversación, como la de todos aquellos que han sufrido mucho, a la par que sirve de enseñanza, interesa y conmueve, empero no era egoísta, pues nunca hablaba de desgracias.
Aprender no es saber, de aquí nacen los eruditos y los sabios, la memoria forma a los unos, y la filosofía a los otros.
—La filosofía no se aprende. La filosofía es el matrimonio entre las ciencias y el genio que las aplica. La filosofía es la nube resplandeciente en que puso Dios el pie para subir a la gloria.
El abate contempló a aquel joven tan noble y sencillo, tan grande, leyendo en sus facciones, animadas con el fuego del entusiasmo más puro, la sinceridad de su afecto y la lealtad de su juramento.
vuestra edad se tiene fe en la vida; que es el privilegio de la juventud creer y esperar; pero los viejos ven la muerte con más claridad…
Edmundo había sido arrojado al mar con una bala de treinta y seis atada a sus pies. El cementerio del castillo de If era el mar.
La profunda ciencia que había aprendido ceñía su rostro como una aureola de inteligente superioridad.
El amanecer le sorprendió tan febril como había estado la noche entera,
—Amigo mío —interrumpió Franz—, sois más susceptible que Casandra, la cual era una profetisa a quien nadie escuchaba;
Teresa era coqueta con esa coquetería salvaje mucho más poderosa y atractiva que nuestra coquetería afectada.
pintura de Leopoldo Robert o de Schenetz.
—Las tavolette son unas tabletas de madera que se cuelgan en todas las esquinas de las calles la víspera de las ejecuciones, y en las cuales están escritos los nombres de los condenados, la causa de su condenación y la clase de suplicio.
Por qué? En la vida sólo hay una preocupación: la de la muerte.
La muerte será tal vez un suplicio, pero no una expiación.
El odio y la cólera ofuscan la mente, y el que toma la venganza por su mano se expone a beber un amargo brebaje.
Lo más curioso que hay en la vida es el espectáculo de la muerte.
Gregorio XVI.
Acordaos de que la Crónica parisiense habla de un casamiento entre la señorita Eugenia Danglars y yo. No puedo, pues, en conciencia,
Uno de vuestros abuelos paternos debió de tomar parte en una de las cruzadas, y suponiendo que no sea más que la de San Luis, ya esto os remonta al siglo XI, lo cual no deja de ser interesante.
—Podré mostraros algunas estatuas de Thorwaldsen, de Bartolini, de Canova, todos artistas extranjeros. Como veis, yo no aprecio a los artistas franceses. —Tenéis derecho para ser injusto con ellos, caballero, porque son vuestros compatriotas.
Es el pede claudo antiguo,

un capitalista apesadumbrado es lo mismo que los cometas, presagia siempre una desgracia más en el mundo.

pero mi armada naval de la India habrá conquistado algunos países, mis peones de México habrán descubierto alguna mina.
Vosotras, al contrario, rara vez sois atormentadas por los remordimientos, porque rara vez sois las que decidís; vuestras desgracias os son impuestas casi siempre; vuestras faltas son casi siempre la culpa de otros.
Pero con quién vais a desfogar vuestra cólera? ¿Conmigo? —¡Con vos, Valentina! ¡Dios me libre! La mujer es sagrada y la que se ama es santa.
—Señora —dijo Montecristo—, os engañáis, no son desgracias, es un castigo; no he sido yo, ha sido la Providencia la que ha castigado al señor de Morcef.
—Es propio de los espíritus débiles el ver todas las cosas a través de un velo. El alma se forma a sí misma sus horizontes.
Sólo el que ha experimentado el colmo del infortunio puede sentir la felicidad suprema.


Puedes leerlo aquí


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