Sinopsis:
Amor líquido continúa el
certero análisis acerca de la sociedad en el mundo globalizado y los cambios
radicales que impone a la condición humana. En esta ocasión, se concentra en el
amor. El miedo a establecer relaciones duraderas, más allá de las meras
conexiones. Los lazos de la solidaridad, que parecen depender de los beneficios
que generan. El amor al prójimo, uno de los fundamentos de la vida civilizada y
de la moral, distorsionado hasta el temor a los extraños. Los derechos humanos
de los extranjeros y los diversos proyectos para "deshumanizar" a los
refugiados, a los marginados, a los pobres.
Zygmunt Bauman muestra cómo la esfera comercial lo abarca todo, cómo las relaciones, "los riesgos y angustias de vivir juntos y separados", son siempre pensadas en términos de costos y beneficios, de conveniencia. El 'homo economicus' y el 'homo consumens' definen y conforman la sociedad de mercado. Frente a ellos, el 'homo sacer', los habitantes de los campos de refugiados, "obstinada permanencia de lo efímero, que puede convertirse un día en el hábitat común y corriente de todos los habitantes de un planeta repleto y globalizado".
En Amor líquido Zygmunt Bauman, a través de una de las reflexiones más audaces y originales de nuestro tiempo, revela las injusticias y las angustias de la modernidad. Pero no es absolutamente pesimista, también expresa su esperanza en el hombre, convencido de que es posible superar los problemas que plantea la moderna sociedad líquida
Reseña:
Tuve contacto
con este libro, allá por 2012, cuando me encontraba estudiando la maestría. No
olvidaré que la profesora nos lo recomendó ampliamente a modo de libro filosófico,
tampoco se me olvida que dijo que el autor era uno de sus novios (cosas raras
que suceden con nosotros los lectores).
En general, es
un buen libro, tiene un contenido bastante interesante, los postulados del
autor son buenos. Concuerdo con sus ideas, pues es cierto, vivimos en un mundo
donde las relaciones interpersonales duran muy poco. Donde la relación de
pareja ya no existe, nadie quiere esas responsabilidades y sí el sexo sin
condiciones. Parece que la nueva moralidad tiene todo menos, eso, y que el amor
libre es lo que ha llegado para quedarse de moda.
Bauman afirma que los matrimonios no duran por esa idea de consumismo que nos han estado vendiendo. Queremos el último modelo en celulares, coches, televisiones, y precisamente esto puede justificar la cantidad enorme que existe en estos días, de divorcios. Nadie quiere ya estar pendiente del otro y sí disfrutar de ese cuerpo. ¿Qué pasa con las personas que no pueden adquirir los últimos modelos? Son las que gozan un poco más de salud mental, sin embargo, son denigrados como pobres, por todos los demás.
Le pongo esa cantidad de estrellas porque es muy lento, hace que se pierda el lector entre las líneas y tiene mucha palabra para describir cosas que pudieran decirse en resumido. Muy repetitivo.
Frases:
Las “comunidades de semejanzas”,
predeterminadas pero a la espera de ser reveladas y colmadas de sustancia,
están dando lugar a las “comunidades de ocasión que supuestamente se originan
en torno a eventos, ídolos, pánicos o modas: puntos focales más diversos que
comparten el rasgo de una expectativa de vida más breve.
Ahora Eros puede ser hallado en cualquier
parte, pero en ninguna se quedará por mucho tiempo.
La cautivante perspectiva que nos aguarda a la
vuelta de la esquina es la posibilidad (citando a Sigusch nuevamente) de
“elegir un hijo de un catálogo de atractivos donantes, tal y como los
consumidores contemporáneos están acostumbrados a comprar a través de tiendas
de ventas por correo o revistas de modas”, y de adquirir ese hijo a elección en
el momento que uno decida.
La muerte de un hombre sin hijos (aunque no
necesariamente la de una mujer sin hijos, a menos que se tratara de una reina o
algo similar) implicaba la muerte de un linaje: haber descuidado la mayor de
las responsabilidades, dejar incumplida la tarea más imperiosa.
En nuestra época, los hijos son, ante todo y
fundamentalmente, un objeto de consumo emocional.
Los hijos son deseados por las alegrías del
placer paternal que se espera que brinden, un tipo de alegría que ningún otro
objeto de consumo, por ingenioso y sofisticado que sea, puede ofrecer.
Las alegrías de la paternidad vienen en un solo
y mismo paquete con los sinsabores del autosacrificio y el temor a peligros
desconocidos.
Unión, ya que eso es exactamente lo que hombres
y mujeres buscan denodadamente en su intento por escapar de la soledad que
sienten o temen sentir. Ilusión, ya que la unión alcanzada durante el breve
instante del orgasmo «deja a los desconocidos tan alejados como lo estaban
antes» de modo tal que «sienten su extrañamiento aún más profundamente que
antes».
La victoria del sexo en la gran guerra de la
independencia ha sido, a lo sumo, una victoria pírrica.
La orfandad y el desconsuelo fueron celebrados
brevemente en cuanto liberación definitiva del sexo de la prisión en que la
sociedad patriarcal, puritana, aguafiestas, pacata, hipócrita y rígidamente
victoriana lo habían encerrado.
ya no existen marcos disponibles. Volar liviano
produce alegría, volar a la deriva es angustiante. El cambio es embriagador, la
volatilidad es preocupante. ¿La insoportable levedad del sexo?
Todas las formas de relaciones íntimas en boga
llevan la misma máscara de falsa felicidad que en otro tiempo llevó el amor
marital y luego el amor libre…
La moderna racionalidad líquida recomienda los
abrigos livianos y condena las corazas de acero.
El amor y el deseo de procrear eran compañeros
indispensables del sexo del homo faber, así como las uniones duraderas que ese
amor y deseo ayudaban a crear eran los «productos principales»,
En el discurso popular, cultura significa cada
vez más esa parte heredada de la identidad que no puede ni debe ser molestada
(sin riesgo para quien se meta con ella), mientras que los rasgos y atributos
tradicionalmente clasificados como «naturales» (hereditarios, genéticamente
transmitidos) suelen ser considerados como dóciles a la manipulación humana y,
por lo tanto, de libre elección, una elección de la cual, como sucede con toda
elección, la persona se deberá sentir responsable y así lo será ante los ojos
de los demás.
Ese impulso sexual no utilizado ni explotado es
entonces redirigido por conductos socialmente construidos hacia blancos
socialmente construidos.
Los celulares ayudan a estar conectados a los
que están a distancia. Los celulares permiten a los que se conectan… mantenerse
a distancia.
El advenimiento de la proximidad virtual hace
de las conexiones humanas algo a la vez más habitual y superficial, más intenso
y más breve.
Pocos años antes del surgimiento de la
proximidad virtual electrónica, Michael Schluter y David Lee observaron que «la
privacidad nos pesa como un traje a presión… Todo menos invitar al encuentro,
todo menos involucrarse».
«uno siempre puede oprimir ‘borrar. No hay nada
más fácil que no responder un e-mail».
en Internet uno puede citarse «sin temor a
repercusiones en el ‘mundo real». O así es al menos como uno se siente
La supuesta llave de la felicidad de todos, y
el explícito propósito de los políticos, es el crecimiento del Producto Bruto
Interno (PBI). Y el PBI es medido en función de la suma total de dinero gastada
por la población.
El homo oeconomicus y el homo consumens son
hombres y mujeres sin ataduras sociales. Son los miembros
El retroceso de las habilidades de socialidad
se ve fogoneado y acelerado por la tendencia, inspirada por el modelo de vida
consumista dominante, a tratar a los otros seres humanos como objetos de
consumo según la cantidad de placer que puedan llegar a ofrecer, y en términos
de «costo-beneficio».
«ama a tu prójimo como a ti mismo» era la única
respuesta completa, que concentraba la totalidad de los mandamientos divinos.
Aceptar ese mandamiento implica un salto a la fe, un salto decisivo, por el
cual un ser humano se despoja de la coraza de los impulsos y predilecciones
«naturales»,
El amor a uno mismo puede empujarnos a rechazar
una vida que no está a la altura de ese amor y que resulta, por lo tanto,
indigna de ser vivida.
La victimización rara vez humaniza a sus
víctimas. Ser una víctima no garantiza autoridad moral.
Las armas no hablan, y el sonido del habla
humana parece ser una respuesta abominablemente débil al zumbido de los misiles
y al ensordecedor estruendo de los explosivos.
Las personas tienden a tejer sus imágenes del
mundo con el hilo de su experiencia.
(el pasto parece más verde del otro lado de la
cerca),
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