Sinopsis:
En 1928 a
Virginia Woolf le propusieron dar una serie de charlas sobre el tema de la
mujer y la novela. Lejos de cualquier dogmatismo o presunción, planteó la
cuestión desde un punto de vista realista, valiente y muy particular. Una
pregunta: ¿qué necesitan las mujeres para escribir buenas novelas? Una sola
respuesta: independencia económica y personal, es decir, Una habitación propia. Sólo hacía nueve
años que se le había concedido el voto a la mujer y aún quedaba mucho camino
por recorrer.
Son muchos los repliegues psicológicos y sociales implicados en este ensayo de tan inteligente exposición; fascinantes los matices históricos que hacen que el tema de la condición femenina y la enajenación de la mujer en la sociedad no haya perdido ni un ápice de actualidad.
Partiendo de un tratamiento directo y empleando un lenguaje afilado, irónico e incisivo, Virginia Woolf narra una parábola cautivadora para ilustrar sus opiniones. Un relato de lectura apasionante, la contribución de una exquisita narradora al siempre polémico asunto del feminismo desde una perspectiva inevitablemente literaria.
Reseña:
No me había dado el tiempo para leer
a Virginia Woolf. Le había escuchado, e incluso leído en las obras de otras
autoras, por eso, cuando me encontré con un libro de ella, un ensayo, pequeño, me
dije ¿Por qué no? Y me di a la tarea de leerlo. Estaba ya un poco cansada de
las novelas y biografías, novelas lentas que, por ahora, parece que he devorado
en los últimos meses.
Le di cuatro estrellas porque, a
pesar de ser un excelente libro, la autora, siendo escritora, va divagando en muchos
lugares de su prosa. Pero, es el ensayo que, por excelencia, todas las mujeres
deberían leer una vez en su vida.
Inicia con Virginia preguntándose ¿Cómo
diablos va a hacer un trabajo que hable de las mujeres y la literatura? Pero pone
manos a la obra y lanza una primera aseveración, o será ¿hipótesis? “las
mujeres necesitan una habitación propia y 500 libras al año” esto para la
creación de una buena obra literaria. Necesitan estar enfocadas, viajar varias
veces al año para obtener experiencias, y poder escribir algo realmente bueno.
Entonces, ¿Qué sucede? ¿Por qué casi
no hay mujeres que, en la época de Virginia, escriban? La respuesta es muy simple, porque son pobres.
No tienen una habitación propia, y ni que decir de las 500 libras al año. Pero,
¿y las herencias? Ella comenta algo muy cierto, las mujeres anteriores a la época
dependen para todo del marido y no tienen voz ni voto, se habla de matrimonios
arreglados desde la infancia, porque, o no las dejan trabajar o no quieren,
porque el dinero que ellas ganen va directo a los bolsillos del marido.
Después continua con su investigación
exhaustiva y empieza a leer a los autores que escriben sobre las mujeres, en su
mayoría, dicen que la mujer es tonta, imbécil de pensamiento, y he aquí que el
estudio de estos autores solo deja una cosa en claro, están enojados. A pesar
de tenerlo todo, siguen enojados.
Se hacen análisis también de las
obras de Jane Eyre, y Cumbres borrascosas, para al final hacer una comparación entre
Shakespeare y Brontë, el cómo siendo hombre él sí pudo perseguir sus sueños, e
hizo falta que pasaran muchos años para que una mujer, sin mas experiencia que
su propia casa, pudiera de alguna manera, compararse con él.
Un ensayo que recomiendo ampliamente.
Frases:
Era éste el sentido que le dabais,
las mujeres y su modo de ser; o las mujeres y las novelas que escriben; o las
mujeres y las fantasías que se han escrito sobre ellas; o quizás estos tres
sentidos estaban inextricablemente unidos y así es como queríais que yo
enfocara el tema.
Una mujer debe tener dinero y una
habitación propia para poder escribir novelas;
Manarán mentiras de mis labios, pero
quizás un poco de verdad se halle mezclada entre ellas;
No es necesario ser nadie más que uno
mismo.
La obra de imaginación debe atenerse
a los hechos y cuanto más ciertos los hechos, mejor la obra de imaginación.
Primer lugar, no podían ganar dinero
y, en segundo, de haber podido, la ley les denegaba el derecho de poseer el
dinero que hubieran ganado.
¿tenéis alguna noción de cuántos
libros se escriben al año sobre las mujeres? ¿tenéis alguna noción de cuántos
están escritos por hombres? ¿os dais cuenta de que sois quizás el animal más
discutido del universo?
Profesor von x entretenido en
escribir su obra monumental titulada la inferioridad mental, moral y física del
sexo femenino.
Y pensé en aquel anciano caballero,
que ahora está muerto, pero que era un obispo, creo, y que declaró que era
imposible que ninguna mujer del pasado, del presente o del porvenir tuviera el
genio de shakespeare.
Es impensable que una mujer hubiera
podido tener el genio de shakespeare en la época de shakespeare. Porque genios
como el de shakespeare no florecen entre los trabajadores, los incultos, los
sirvientes.
Me aventuraría a decir que Anon, que
escribió tantos poemas sin firmarlos, era a menudo una mujer.
Mundo no le pide a la gente que
escriba poemas, novelas, ni libros de historia; no los necesita.
«la esencia de la mujer —dice mr.
Greg con énfasis— es que el hombre la mantiene y ella le sirve»
Porque las obras maestras no son
realizaciones individuales y solitarias; son el resultado de muchos años de
pensamiento común,
Se da por descontado que en general
las mujeres son muy tranquilas; pero las mujeres sienten lo mismo que los
hombres;
Hablando crudamente, el fútbol y el
deporte son «importantes»; la adoración de la moda, la compra de vestidos,
«triviales». Y estos valores son inevitablemente transferidos de la vida real a
la literatura.
Su autor había alterado sus valores
en deferencia a la opinión ajena.
Las mujeres novelistas deberían sólo
aspirar a la excelencia reconociendo valientemente las limitaciones de su
sexo.»
Cierra con llave tus bibliotecas, si
quieres, pero no hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la
libertad de mi mente.
El libro tiene que adaptarse en
cierto modo al cuerpo y, hablando al azar, diría que los libros de las mujeres
deberían ser más cortos, más concentrados que los de los hombres y construidos
de modo que no requieran largos ratos de trabajo regular e ininterrumpido.
No hay ninguna marca en la pared que
mida la altura exacta de las mujeres.
Sería una lástima terrible que las
mujeres escribieran como los hombres, o vivieran como los hombres, o se parecieran
físicamente a los hombres, porque dos sexos son ya pocos, dada la vastedad y
variedad del mundo; ¿cómo nos las arreglaríamos, pues, con uno solo?
(tan cobarde soy, tanto miedo tengo
del látigo que una vez casi azotó también mis hombros),
De igual modo que una mujer que
escribe, como he dicho, está en contacto con el pasado a través de sus madres.
Las grandes mentes son andróginas.
Es funesto para todo aquel que
escribe el pensar en su sexo. Es funesto ser un hombre o una mujer a secas; uno
debe ser «mujer con algo de hombre» u «hombre con algo de mujer».
Por delicioso que sea, el pasatiempo
de medir es la más fútil de las ocupaciones y el someterse a los decretos de
los medidores la más servil de las actitudes.
Las mujeres han gozado de menos
libertad intelectual que los hijos de los esclavos atenienses. Las mujeres no
han tenido, pues, la menor oportunidad de escribir poesía.
Como a la mayoría de las inglesas
poco instruidas, me gusta leer, me gusta leer cantidades de libros.
En cierto modo los libros se
influencian los unos a los otros.
Mr. John Langdon Davies advierte a
las mujeres que “cuando los niños dejen por completo de ser deseables, las
mujeres dejarán del todo de ser necesarias”
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