Sinopsis:
Los protagonistas de estas
estupendas historias conjuran el paso del tiempo, espantan las tristezas de los
desencuentros y las separaciones o celebran pequeñas victorias compartidas.
Son parejas en vilo, en trance de
ser y dejar de ser: la pareja fugitiva, cambiante, belicosa,
alegre e irrenunciable.
Después de años sin verse, y
mientras juegan una partida de ajedrez, Julia Corzas cuenta historias de amor y
desamor a su tercer marido, que se abandona a la calidez de su voz. De su
imaginación nacen maridos infieles que no se cansan de traicionar, eternas
enamoradas que siempre perdonan, viudas que aún fantasean con ser felices,
amigas que se asombran ante las vueltas de la vida, novios que van y vienen sin
despedirse del todo y esposos que aún logran sorprender. Todos se dan cita en
estas páginas, que buscan el destello difícil de la pareja, el lugar donde la
vida lucha con la costumbre.
En este nuevo libro, tan esperado por sus lectores, Ángeles Mastretta nos ofrece situaciones y personajes inolvidables, fraguados con la marca inconfundible de su ingenio. A través de un lenguaje rico y coloquial, y de un tono cómplice, casi de confidencia, Mastretta recupera el espíritu de Mujeres de ojos grandes, una obra mágica que ya ha seducido a un millón de lectores.
Segundo libro que leo de la
autora, quería saber cómo escribía, me gustó. Su pluma es como la que pensaba,
muy parecida Isabel Allende.
La mayoría de los cuentos que
aquí se reúnen, tiene un toque muy mexicano, lo que me ha agradado bastante; la
autora juega muy bien con las palabras y crea muy buenas frases en todo el
libro.
Trata de historias muy cotidianas
y algunas no tan comunes, que pueden surgir dentro de un matrimonio, sobre
todo, son historias vistas desde el lado de la pareja femenina (supongo que por
eso la portada). Situaciones de amantes, esposos, hijos, viudas, etc, son
retratadas con facilidad en cada historia.
Recomendado.
Frases:
Daba rabia, porque se habían
querido tanto y de tan distinto modo durante los doscientos años que tenían de
conocerse que era una lástima separarse así, como si nada.
Quién sabe por qué la vida suele
ponerles trampas a quienes mirados desde fuera no pueden ser sino pareja el
resto de sus vidas,
Lo acompañaba un mariachi que
conocía de ida y regreso todas las canciones que tienen palomas traidoras en
alguna de sus letras.
Conocieron en pocos años todos
los hoteles de buen paso de la ciudad.
Encontró a Juan dictando una
conferencia sobre sus desgracias mientras en el tocacintas sonaba un mariachi
preguntándole a quién sabe quién: «¿De qué manera te olvido?».
Pasaron veinte días para todos
menos para Juan, que detuvo el tiempo en la misma necedad de beber hasta
desmayarse mientras le echaba la culpa a Ana de cada una de sus desgracias.
Quién sabe por qué la vida suele
ponerles trampas a quienes mirados desde fuera no pueden ser sino pareja el
resto de sus vidas,
Hacía más de veinte años, pero él
aún la recordaba abrazando a su primer marido como si no hubiera en el mundo
otro lugar en donde cobijarse. Bailaban
Afirma un genio del buen decir
que la calentura, como el poder, ofusca a los inteligentes y a los pendejos los
vuelve locos.
Ni cuando Constanza, su amiga del
alma, entró en la Universidad y luego se fue a vivir a Londres para trabajar en
una revista muy celebrada, ella quiso darse cuenta a qué horas le pasaron por
enfrente los años en que se proclamaba el amor libre y las mujeres decidieron
hacerse de una profesión y un destino que no dependiera de sus hombres.
Y todo ese bagaje lo colocó a las
plantas del cretino que desde muy joven ya se sentía con derecho a dirigir el
mundo propio y el ajeno.
—Es el papá de mis hijos. —No te
preocupes. No es genético el mal comportamiento —le dijo Constanza—. A los
hijos los educaste tú, él no estaba sino mirándose a sí mismo.
Tú eras la de los dieces en el
colegio, pero hace daño vivir tanto con alguien como tu marido.
Recorrieron Tlalpan de abajo
hacia arriba durante casi dos horas. Más de nueve gerentes avejentados y
entrometidos les preguntaron hasta el color de sus matrices, sin que ellas
dieran muestras de vergüenza.
A veces, cuando un lazo se
estrecha de más, en lugar de unir, corta lo que amarraba.
—Hace cien años, un tatarabuelo
tuyo fue amante de mi bisabuela —le dijo—. Así que ya tenemos andada una parte
del camino.
«No hay mujer, por perversa que
haya sido, que no se merezca varios años de viudez»,
Tanta guerra por fuera la
distraía de su guerra por dentro.
La ortografía es una forma sutil
de la elegancia del alma, quien no la tiene puede vivir en donde se le dé la
gana.
A muchos la felicidad los
empalaga y él era de éstos.
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